Pudo haber sido el tema de una novela, o el argumento de una de esas películas en las que el protagonista resulta ser un perdedor, pero Joaquín Sabina nos la volvió a entregar en forma de canción. A ritmo de suave ranchera, “Y nos dieron las diez” es otra de sus sarcásticas, sensuales y canallas composiciones de desamor, que acaba de la única manera que podría acabar una aventura tan apasionada como la de aquel verano, en aquel pueblo con mar. "...tu memoria vengué a pedradas contra los cristales, -Se que no lo soñé- protestaba mientras me esposaban los municipales en mi declaración alegué que llevaba tres copas y empecé esta canción en el cuarto donde aquella vez te quitaba la ropa..." PMR 8-10-2012
Fue en un pueblo con mar una noche después de un concierto; tú reinabas detrás de la barra del único bar que vimos abierto -”Cántame una canción al oído y te pongo un cubata”- -”Con una condición: que me dejes abierto el balcón de tus ojos de gata”- loco por conocer los secretos de su dormitorio esa noche canté al piano del amanecer todo mi repertorio. Los clientes del bar uno a uno se fueron marchando, tú saliste a cerrar, yo me dije: “Cuidado, chaval, te estas enamorando”, luego todo pasó de repente, su dedo en mi espalda dibujó un corazón y mi mano le correspondió debajo de tu falda; caminito al hostal nos besamos en cada farola, era un pueblo con mar, yo quería dormir contigo y tú no querías dormir sola… Y nos dieron las diez y las once, las doce y la una y las dos y las tres, y desnudos al amanecer nos encontró la luna. Nos dijimos adiós, ojalá que volvamos a vernos el verano acabó el otoño duró lo que tarda en llegar el invierno, y a tu pueblo el azar otra vez el verano siguiente me llevó, y al final del concierto me puse a buscar tu cara entre la gente, y no hallé quien de ti me dijera ni media palabra, parecía como si me quisiera gastar el destino una broma macabra. No había nadie detrás de la barra del otro verano. Y en lugar de tu bar me encontré una sucursal del Banco Hispano Americano, tu memoria vengué a pedradas contra los cristales, -”Se que no lo soñé”- protestaba mientras me esposaban los municipales. En mi declaración alegué que llevaba tres copas y empecé esta canción en el cuarto donde aquella vez te quitaba la ropa Y nos dieron las diez y las once, las doce y la una y las dos y las tres, y desnudos al amanecer nos encontró la luna.
Pudo haber sido el tema de una novela, o el argumento de una de esas películas en las que el protagonista resulta ser un perdedor, pero Joaquín Sabina nos la volvió a entregar en forma de canción.
ResponderEliminarA ritmo de suave ranchera, “Y nos dieron las diez” es otra de sus sarcásticas, sensuales y canallas composiciones de desamor, que acaba de la única manera que podría acabar una aventura tan apasionada como la de aquel verano, en aquel pueblo con mar.
"...tu memoria vengué
a pedradas contra los cristales,
-Se que no lo soñé-
protestaba mientras me esposaban los municipales
en mi declaración
alegué que llevaba tres copas
y empecé esta canción
en el cuarto donde aquella vez te quitaba la ropa..."
PMR 8-10-2012
Fue en un pueblo con mar
ResponderEliminaruna noche después de un concierto;
tú reinabas detrás
de la barra del único bar que vimos abierto
-”Cántame una canción
al oído y te pongo un cubata”-
-”Con una condición:
que me dejes abierto el balcón de tus ojos de gata”-
loco por conocer
los secretos de su dormitorio
esa noche canté
al piano del amanecer todo mi repertorio.
Los clientes del bar
uno a uno se fueron marchando,
tú saliste a cerrar,
yo me dije:
“Cuidado, chaval, te estas enamorando”,
luego todo pasó
de repente, su dedo en mi espalda
dibujó un corazón
y mi mano le correspondió debajo de tu falda;
caminito al hostal
nos besamos en cada farola,
era un pueblo con mar,
yo quería dormir contigo y tú no querías dormir sola…
Y nos dieron las diez y las once, las doce y la una
y las dos y las tres,
y desnudos al amanecer nos encontró la luna.
Nos dijimos adiós,
ojalá que volvamos a vernos
el verano acabó
el otoño duró lo que tarda en llegar el invierno,
y a tu pueblo el azar
otra vez el verano siguiente
me llevó, y al final
del concierto me puse a buscar tu cara entre la gente,
y no hallé quien de ti
me dijera ni media palabra,
parecía como si
me quisiera gastar el destino una broma macabra.
No había nadie detrás
de la barra del otro verano.
Y en lugar de tu bar
me encontré una sucursal del Banco Hispano Americano,
tu memoria vengué
a pedradas contra los cristales,
-”Se que no lo soñé”-
protestaba mientras me esposaban los municipales.
En mi declaración
alegué que llevaba tres copas
y empecé esta canción
en el cuarto donde aquella vez te quitaba la ropa
Y nos dieron las diez y las once, las doce y la una
y las dos y las tres,
y desnudos al amanecer nos encontró la luna.