martes, 30 de octubre de 2012

JOAQUIN SABINA Y NOS DIERON LAS DIEZ

2 comentarios:

  1. Pudo haber sido el tema de una novela, o el argumento de una de esas películas en las que el protagonista resulta ser un perdedor, pero Joaquín Sabina nos la volvió a entregar en forma de canción.
    A ritmo de suave ranchera, “Y nos dieron las diez” es otra de sus sarcásticas, sensuales y canallas composiciones de desamor, que acaba de la única manera que podría acabar una aventura tan apasionada como la de aquel verano, en aquel pueblo con mar.
    "...tu memoria vengué
    a pedradas contra los cristales,
    -Se que no lo soñé-
    protestaba mientras me esposaban los municipales
    en mi declaración
    alegué que llevaba tres copas
    y empecé esta canción
    en el cuarto donde aquella vez te quitaba la ropa..."
    PMR 8-10-2012

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  2. Fue en un pueblo con mar
    una noche después de un concierto;
    tú reinabas detrás
    de la barra del único bar que vimos abierto
    -”Cántame una canción
    al oído y te pongo un cubata”-
    -”Con una condición:
    que me dejes abierto el balcón de tus ojos de gata”-
    loco por conocer
    los secretos de su dormitorio
    esa noche canté
    al piano del amanecer todo mi repertorio.
    Los clientes del bar
    uno a uno se fueron marchando,
    tú saliste a cerrar,
    yo me dije:
    “Cuidado, chaval, te estas enamorando”,
    luego todo pasó
    de repente, su dedo en mi espalda
    dibujó un corazón
    y mi mano le correspondió debajo de tu falda;
    caminito al hostal
    nos besamos en cada farola,
    era un pueblo con mar,
    yo quería dormir contigo y tú no querías dormir sola…
    Y nos dieron las diez y las once, las doce y la una
    y las dos y las tres,
    y desnudos al amanecer nos encontró la luna.
    Nos dijimos adiós,
    ojalá que volvamos a vernos
    el verano acabó
    el otoño duró lo que tarda en llegar el invierno,
    y a tu pueblo el azar
    otra vez el verano siguiente
    me llevó, y al final
    del concierto me puse a buscar tu cara entre la gente,
    y no hallé quien de ti
    me dijera ni media palabra,
    parecía como si
    me quisiera gastar el destino una broma macabra.
    No había nadie detrás
    de la barra del otro verano.
    Y en lugar de tu bar
    me encontré una sucursal del Banco Hispano Americano,
    tu memoria vengué
    a pedradas contra los cristales,
    -”Se que no lo soñé”-
    protestaba mientras me esposaban los municipales.
    En mi declaración
    alegué que llevaba tres copas
    y empecé esta canción
    en el cuarto donde aquella vez te quitaba la ropa
    Y nos dieron las diez y las once, las doce y la una
    y las dos y las tres,
    y desnudos al amanecer nos encontró la luna.

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