martes, 30 de octubre de 2012

Joaquín Sabina - "Diecinueve días y quinientas noches" (1999)

2 comentarios:

  1. Joaquín Sabina siempre se ha vanagloriado de ser un tipo de lo más satírico, desvergonzado, vicioso, irreverente, ateo, descarado, y de no sé cuántas cosas más...
    Y sin embargo, a todos nos encanta la música de este sujeto a la vez tímido que descarado, genial e irónico. Seguramente porque siempre desnuda su alma en cada estrofa de cada canción.
    Eso ocurre en la que sin duda es una de sus mejores creaciones: estas “Diecinueve días y quinientas noches” en la que nos relata como nadie lo sabría hacer igual, lo fugaz que puede ser el amor, y lo eterno que puede ser el desamor...
    PMR 7-10-2012

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  2. Lo nuestro duró
    lo que duran dos peces de hielo
    en un güisqui on the rocks.
    En vez de fingir,
    o estrellarme una copa de celos,
    le dio por reír.
    De pronto me vi,
    como un perro de nadie,
    ladrando, a las puertas del cielo.
    Me dejó un neceser con agravios,
    la miel en los labios
    y escarcha en el pelo.
    Tenían razón
    mis amantes
    en eso de que antes,
    el malo era yo,
    con una excepción:
    Esta vez,
    yo quería quererla querer
    y ella no.
    Así que se fue,
    me dejó el corazón
    en los huesos
    y yo de rodillas.
    Desde el taxi,
    y, haciendo un exceso,
    me tiró dos besos...
    uno por mejilla.
    Y regresé
    a la maldición
    del cajón sin su ropa,
    a la perdición
    de los bares de copas,
    a las cenicientas
    de saldo y esquina,
    y, por esas ventas
    del fino La Ina,
    pagando las cuentas
    de gente sin alma
    que pierde la calma
    con la cocaína,
    volviéndome loco,
    derrochando
    la bolsa y la vida
    la fui, poco a poco,
    dando por perdida.
    Y eso que yo,
    para no agobiar con
    flores a María,
    para no asediarla
    con mi antología
    de sábanas frías
    y alcobas vacías,
    para no comprarla
    con bisutería,
    ni ser el fantoche
    que va en romería,
    con la cofradía
    del santo reproche,
    tanto la quería,
    Que, tardé, en aprender
    a olvidarla, diecinueve días
    y quinientas noches.
    Dijo hola y adiós,
    y, el portazo, sonó
    como un signo de interrogación,
    sospecho que así,
    se vengaba, a través del olvido,
    Cupido de mi.
    No, no pido perdón,
    ¿para qué? si me va a perdonar
    porque ya no le importa...
    Siempre tuvo la frente muy alta,
    la lengua muy larga
    y la falda muy corta.
    Me abandonó,
    como se abandonan
    los zapatos viejos,
    destrozó el cristal
    de mis gafas de lejos,
    sacó del espejo
    su vivo retrato.
    Y, fui, tan torero,
    por los callejones
    del juego y el vino,
    que, ayer, el portero,
    me echó del casino
    de Torrelodones.
    Qué pena tan grande,
    negaría el santo sacramento,
    en el mismo momento
    que ella me lo mande.
    Y eso que yo,
    Para no agobiar con
    flores a María,
    para no asediarla
    con mi antología
    de sábanas frías
    y alcobas vacías,
    para no comprarla
    con bisutería,
    ni ser el fantoche
    que va en romería,
    con la cofradía
    del santo reproche,
    tanto la quería,
    que, tardé, en aprender
    a olvidarla, diecinueve días
    y quinientas noches.
    Y regresé...

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